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Fermento- Alberto Shommer.

  • Páginas de Tinta y Plata
  • 27 sept 2020
  • 2 Min. de lectura

Pepe Nihil.






Fermento- Alberto Shommer

Buscando un libro de Freeman entre el maremágnum de libros, objetos y artilugios que pueblan las estanterías de mi mini biblioteca, me topé con una serie de publicaciones que versaban sobre una temática común: Jerez de la Frontera. Son de esas cosas que encuentras, las almacenas y no te acuerdas de ellas hasta que las ves. Maldito Diógenes.

Se trataba de fotógrafos que realizaron algún proyecto sobre estas tierras y sus gentes, fotógrafos locales que realizaron algún fotolibro, estudios históricos de o sobre fotógrafos jerezanos, etc…


Por ello, con todo el morro y la alevosía, y en un acto de proselitismo de las tierras jerezanas (que no del jerezanismo), realizaré una serie de publicaciones que tratarán sobre estos libros.


Y comenzaré por Alberto Schommer, “ese fotógrafo extranjero”, como comentaba Francisco Franco (“Rogaré a todos los ministros en ejercicio que no posen para ese fotógrafo extranjero”). Schommer hizo con Fermento una obra maravillosa y, a mi parecer, se hacen necesarios una revisión y un homenaje en esta ciudad.

Fermento fue publicado en 1985, aunque yo tengo la edición de 1996 (lo que me indica el depósito legal), publicada por Turner con el patrocinio de Caja San Fernando (entidad que compró a la antigua Caja de Ahorros de Jerez), con unas dimensiones de 33X30, tapa dura entelada y con un interior (la chicha) conformado en papel couché de 100 gr. Al final del libro nos proporcionan los datos técnicos (¡Aleluya!): “El trabajo está realizado con película Kodachrome de 25 y 64 ASA de la firma Kodak. Las Cámaras empleadas son Nikon F2 con diferentes ópticas”.


Comienza el libro con una breve explicación del propio Schommer, que nos indica que este es un trabajo personal, y no precisamente un trabajo documental sobre estas tierras, sino que retrata climas: personas, calles, conventos… (¿quién no recuerda sus Retratos psicológicos?).


Seguimos con la andadura y topamos con un prólogo del poeta jerezano Francisco Bejarano, en el que habla de las altas y bajas clases sociales, y que cualquier seguidor de la escuela Freudiana estaría encantado de analizar.


Abrimos la puerta, y pasamos al interior de un “hogar” de 124 imágenes. Aunque en un primer momento no te das cuenta, cuando llevas más de la mitad del libro te percatas de que están montadas en forma de dípticos, que la imagen en la página par conversa con la de la página impar. Es un juego, un divertimento, pero que carga de un significado distinto a unas tomas de por sí maravillosas.


Socarrón, irónico y a veces hasta tierno, Schommer muestra un Jerez muy arraigado en la tierra (hoy ya no es así), en la “fe”, en el concepto de barrio (hoy ya no perteneces a un barrio: hoy perteneces a un edificio o a una urbanización). Tal y como nos cuenta él mismo, es un trabajo un tanto surreal, y por ello intemporal, y hoy adquiere una fuerza específica.


Para mí ha sido todo un redescubrimiento, al que seguro volveré más de una vez.













 
 
 

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