La niña del napalm
- Páginas de Tinta y Plata
- 29 abr 2020
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 1 may 2020
La hermosa triste historia de la niña del napalm.
Miguel A. Jiménez Tenorio

Me declaro apasionado lector de fotografías. ¿Y las fotografías se pueden leer? Pues claro que se puede leer una fotografía, de hecho me interesa mucho más lo que una fotografía comunica, lo que dice, que el mero hecho de mostrar un encuadre agradable a la vista. ¿Cuánto se tarda en ver una fotografía? Cuando una imagen me llama, y más cuando se trata de una imagen histórica que me toca el corazón, podría llevarme toda la vida contemplando la misma obra sin aburrirme. Disfruto exprimiendo estas fotografías icónicas al máximo, me gusta informarme, leer, conocer todos los detalles que tengan que ver ese instante congelado en un fotograma, me gusta recopilar información sobre la vida del fotógrafo, sobre los personajes que aparecen en la imagen, sobre el lugar y las condiciones en las que fue realizada la toma, me gusta fijarme en los aspectos técnicos de la misma (cámara, focal, película, etc.), informarme sobre el impacto o la acogida que tuvo en el momento de su publicación… En casos excepcionales, como es el caso de la fotografía protagonista de este relato, me maravilla comprobar el potencial que ha tenido una sola imagen para cambiar, si no el rumbo de la Historia, sí al menos la historia de su protagonista.
¿Cuánto se tarda en ver una fotografía? Cuando una imagen me llama, y más cuando se trata de una imagen histórica que me toca el corazón, podría llevarme toda la vida contemplando la misma obra sin aburrirme.
PRESENTACIÓN Y ANTECEDENTES:
Junio 1972. Trang Bang, una pequeña aldea situada a unos 50 km de Saigón, actualmente Ho Chi Minh, donde se encuentra la sede de la Comandancia del Ejército de EEUU en Vietnam. Huynh Cong Út, conocido como Nick Ut, tiene 21 años y trabaja como fotógrafo para la agencia Associated Press. Dado que el hermano de Nick, Huynh Thanh My, había fallecido cubriendo el conflicto vietnamita unos años antes, Horst Faas, reputado fotógrafo de guerra y uno de los responsables de la agencia AP, tuvo a bien acoger al joven fotoperiodista bajo su protección cuando éste solo contaba 16 años. A comienzos de junio un grupo del Viet Cong, el ejército del Frente Nacional de Liberación de Vietnam que combate a los americanos y al gobierno de Vietnam del Sur, toma posiciones muy cerca de Trang Bang, desde ese momento la aldea pasa a convertirse en un objetivo militar. La tensión existente en la zona hace que muchos civiles, entre los que se encuentra la familia de la protagonista de la historia, Kim Phuc, busquen protección y cobijo en la pagoda del pueblo pensando que allí podrían estar a salvo de los ataques de los ejércitos.
EL DÍA DE LA VERGÜENZA: LA FOTO
8 de junio de 1972, dos bombarderos del ejército sudvietnamita, siguiendo la estrategia planificada por el efectivo norteamericano lanzan 4 bombas de napalm y otras tantas de fósforo sobre Trang Bang. Aunque la madre de Kim Phuc le pide a sus 7 hijos que salgan corriendo por la carretera, el impacto es devastador. La imagen muestra las consecuencias del empleo de armas químicas contra la población civil. El napalm, una invención americana, es una forma de gasolina gelatinosa altamente inflamable que arde muy lentamente y que causa estragos tanto en las personas como en el medio ambiente. Kim Phuc es la única que aparece desnuda en la fotografía. La niña corre, llora, pide ayuda con los brazos abiertos, intenta escapar del infierno, busca el consuelo de unos brazos que la acojan y alivien... pero esos brazos nunca llegan. Kim Phuc es un como un Cristo sin cruz, un ser abandonado y doliente. Kim Phuc tiene 9 años. Aunque el hecho de que apareciese un desnudo infantil estuvo a punto de impedir la difusión de esta imagen, la mediación de Horst Faas (nuevamente aparece la figura protectora del gran reportero) hizo posible que de forma excepcional se permitiese la publicación de este testimonio del horror que se estaba viviendo en Vietnam. Me parece importante resaltar los esfuerzos que realizó el presidente de EEUU para desacreditar esta fotografía. En el año 2000 se hicieron públicas unas escuchas en las que Richard Nixon cuestionaba que todo había sido un montaje, una puesta en escena alejada de la realidad… lamentablemente para él, la evidencia no dejaba lugar a dudas. Aunque la fotografía se publicó inicialmente con un importante recorte, tal y como aparece en la foto del libro, prefiero centrarme en la imagen original captada por el fotógrafo. El niño que aparece en la parte izquierda de la imagen es el hermano de la niña, aunque pudiese parecer que está llorando, lo que hace es gritar para que alguien ayude a su hermana. Kim Phuc, desnuda porque el napalm calcinó su vestido, confesaría más tarde que había dado gracias a Dios porque no se le hubiesen quemado las plantas de los pies y al menos poder correr para escapar del infierno. Al fondo de la imagen aparecen varios soldados sudvietnamitas, todos ellos perfectamente equipados, que han sido también víctimas del ataque de su propio ejército. A la derecha de la imagen, equipado como un soldado, se encuentra el fotógrafo americano David Burnett que cubría el conflicto para la revista LIFE.
EL PODER DE UN DISPARO SIN BALAS:
Hay disparos que matan y hay disparos que salvan vidas. Nick Ut, había realizado su trabajo, ya tenía su foto… ¡y qué foto! La niña que corre desnuda, se echa en sus brazos y le grita, “¡Quema!, ¡quema!”. Chris Wain, periodista británico de Independent Television News presente en el momento de los hechos, intentó aliviar el sufrimiento de Kim Phuc echándole agua por encima… pero no era suficiente, había que trasladar a la niña lo antes posible a algún hospital de campaña. Aunque Nick Ut era consciente de que debía llevar el trabajo a la oficina de la agencia AP en Saigón para que fuese revelado lo antes posible, no podía dejar a la niña a su suerte. El fotógrafo no se lo pensó dos veces, metió a la niña en el coche y salió flechado en busca de la atención médica urgente que precisaba la chiquilla. Aunque al llegar al hospital los médicos le dijeron que poco se podía hacer por salvar su vida, Nick Ut insistió en que se hiciese todo lo posible y también lo imposible para que saliese adelante. Pasan dos, tres días y la niña sigue en coma en un hospital de Saigón, todos temen el desenlace fatal en cualquier momento. En este punto de la historia vuelve a aparecer la figura salvadora del periodista británico, Chris Wain, aquél que la había atendido en los primeros instantes junto a Nick Ut. Wain, conocedor de la urgencia de la situación, movió cielo y tierra para sacar a Kim Phuc del país y finalmente consiguió que la admitiesen en un hospital americano especializado en el tratamiento de quemados críticos, la Clínica Barsky. Los esfuerzos de Christopher Wain merecieron la pena, Kim Phuc salió adelante gracias al equipo médico de la institución y, evidentemente, gracias al coraje y a las ganas de vivir de la niña. La vuelta de Kim Phuc a su país no fue fácil. La niña había crecido, sus heridas se habían curado en parte, cierto, pero los dolores y las molestias seguían siendo muy importantes. El régimen de Hanoi quiso hacer de Kim Phuc un símbolo de la victoria de 1975, la víctima del bombardeo propiciado por el bloque capitalista pasaba a ser una marioneta en manos del nuevo régimen comunista. Apoyado por el gobierno vietnamita, Kim Phuc tuvo la oportunidad de estudiar Filología en Cuba, un país afín al régimen. Durante su estancia en la universidad de La Habana Kim Phuc encontró el amor de su vida, un chico también vietnamita con el que se casaría unos meses más tarde. Aunque todo parecía ir encajando en la vida de la niña del napalm, ella seguía dándole vueltas a la cabeza, había algo que no encajaba y que no le permitía alcanzar la felicidad. Todo cambió en el viaje de vuelta de la luna de miel que la pareja había pasado, como no podía ser de otra manera, en Moscú. Sabedora de que el avión que les devolvería a La Habana tenía que hacer una escala técnica en Canadá, Kim Phuc le propuso a su esposo escapar juntos y pedir asilo político en el país para comenzar una nueva vida en libertad. Aunque no fue fácil, el plan fue ejecutado con rapidez y salió según lo previsto. En la actualidad Kim Phuc tiene nacionalidad canadiense, es madre de dos hijos, reside con su marido en Toronto y sigue en contacto con el fotógrafo que cambió su vida para siempre, Nick Ut, al que llama cariñosamente “Uncle Nick”. En el año 2000 Kim Phuc creo la fundación Kim que tiene por objeto ayudar a los niños víctimas de la guerra y es Embajadora de Buena Voluntad de la Unesco trabajando intensamente en la el campo de la reconciliación entre pueblos enfrentados.
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